Conocer la doctrina social de la Iglesia es como recuperar un tesoro olvidado
El próximo miércoles, 23 de octubre, nuestra parroquia acogerá una conferencia de José Ramón Peláez, párroco de Olmedo, sobre la Doctrina Social de la Iglesia. Por esa razón hemos querido hablar con el conferenciante, que es un auténtico especialista en temas de justicia social desde una perspectiva cristiana, para saber por qué merecerá la pena ese día sacar un rato de nuestro tiempo y acercarnos a las ocho de la tarde a los salones parroquiales de Santa María de la Vega para conocer algo más sobre este tema.
- ¿Qué interés tiene hoy hablar de doctrina social de la
Iglesia?
- Hoy y siempre, pero en este momento especialmente, porque
se ha perdido el interés por el bien común y por los derechos humanos,
fundamento de los sistemas democráticos. Las leyes se basan precisamente en
esos dos principios: el bien común y los derechos de las personas. Si los
perdemos o los ignoramos, si lo único que vale son los intereses privados, el
dinero y el poder, nos quedamos sin defensa y vamos como pollos sin cabeza.
- ¿Realmente hemos perdido esa inquietud por el bien común y
por la justicia?
- No totalmente, pero nos hemos quedado con una noción muy
pobre. Cuando pensamos en nuestros deberes sociales como cristianos, a lo más
que llegamos es a temas asistenciales, como Cáritas. Y mientras tanto,
pensamos: "Ah, pero los emigrantes que no vengan". O también:
"Yo, como soy de este partido, la corrupción está solo en el otro partido,
en el mío no". Y no podemos quedarnos ahí, con un barniz de solidaridad
asistencial mientras en las cosas importantes de la vida nos dejamos llevar por
la corriente o por la ideología.
Volver a descubrir el tesoro olvidado
- ¿Y qué más aporta la doctrina de la Iglesia en este
terreno? ¿No se queda ella misma en palabras?
- No, no, eso es lo que tenemos que descubrir y actualizar
siempre. Hay una aportación histórica de la doctrina social de la Iglesia que
está en el origen de las democracias occidentales y de los derechos laborales.
Donde ha habido cristianismo se ha evolucionado hacia los derechos laborales y
humanos. Esa aportación es la que debemos conservar, y para ello necesitamos
convertir nuestra mentalidad a lo que dice el Evangelio, volver a descubrir ese
tesoro olvidado que es nuestra doctrina social.
Y cuando digo tesoro olvidado, no hay que confundirlo con un
tesoro escondido, que es algo que conocemos y valoramos mucho y que lo tenemos
escondido para que nadie nos lo pueda quitar. Un tesoro olvidado es una riqueza
que se desconoce, que hemos olvidado que la teníamos y que no sabemos dónde se
encuentra ni en qué consiste, así que por eso mismo no le prestamos atención.
Conservar y defender las conquistas
sociales: la seguridad social, la reconciliación, la convivencia...
- Pero, aparte de esa perspectiva histórica, ¿qué significa
en la actualidad esa doctrina?
- Algo absolutamente esencial en nuestra vida de cada día,
porque cualquier cosa que se plantea en nuestra sociedad y en nuestra vida
diaria tiene relación con ello: la vivienda, la sanidad, la profesión que
eliges, la honestidad en el trabajo. Porque vivimos en sociedad, el ser humano
es social por naturaleza, así que todo está relacionado con la doctrina social
de la Iglesia. Y si hoy día no trabajamos para mejorar esas realidades, se
puede perder lo conseguido ayer. Pensemos, por ejemplo, en algo tan fundamental
como la seguridad social. Eso es una conquista grandísima, y, si no la
cuidamos, la podemos perder. Y lo mismo ocurre con la reconciliación social
entre los españoles, que fue una conquista muy grande de la transición, y que
ahora vemos cómo está creciendo el enconamiento, vamos para atrás en ese
terreno y da la impresión de que a nadie le importa.
Por eso es fundamental la doctrina social de la Iglesia,
porque es plantearnos la pregunta clave de nuestra vida: ¿qué mundo vamos a
dejar a nuestros hijos? Ese mundo lo hemos construido y lo debemos mantener y
mejorar a través de las instituciones de nuestra sociedad. Debemos enseñar a
nuestros hijos lo que cuestan esas conquistas y cómo se pueden conservar y
defender.
Eugenio Merino, un sacerdote de
nuestra tierra que hizo realidad esa doctrina
- ¿De dónde nació su interés por este tema de la justicia
social? ¿Tiene alguna relación con el hecho de ser cura?
- Bueno, sí está relacionado lo uno con lo otro. Yo llegué a
ser cura porque a los nueve años me hice monaguillo y pude observar que el cura
de mi pueblo andaba muy agobiado atendiendo a varios pueblos y no daba abasto.
Y pensé: "yo quiero ser cura para ayudar". Así que a los doce años me
fui al seminario.
Años después, cuando iba a acabar el seminario, el arzobispo
de Valladolid, don José Delicado, me pidió que me especializase en la doctrina
social de la Iglesia, y así lo hice. Posteriormente, seguí el camino de muchos
jóvenes que cuando se les pregunta "¿estudias o trabajas?" contestan
que las dos cosas. Y eso mismo hice yo: mientras ejercía de cura en los distintos
pueblos, hice el doctorado sobre un tema que me resultó apasionante, la vida de
Eugenio Merino, un cura ciego que acompañó a los sindicatos agrarios (que ahora
se llaman cooperativas) católicos antes de la guerra civil; y después de la
guerra civil continuó trabajando con los obreros de Acción Católica. La vida de
ese hombre, de ese sacerdote ciego, tiene un gran atractivo precisamente porque
consistió en hacer realidad la teoría de la doctrina social de la Iglesia. No
era solo una teoría, era su vida. Como tendría que ser la nuestra.
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